Se removió mi herida maternal, y la vida me mostró que aún había partes de mí que necesitaban ser vistas, amadas y cuidadas.

“No se trata de echar culpas, sino de comprender de dónde venimos para no repetir lo mismo.”

— Laura Gutman, La maternidad y el encuentro con la propia sombra

En estos primeros dos meses le he pedido a Dios hacerlo diferente con Daniella.

Ser mamá no solo me ha mostrado lo mucho que puedo amar, sino también lo que necesitaba sanar. 

Estos días han sido emocionalmente intensos.

Mi mamá ha sacado una versión fuerte de mí. No precisamente la más amable, ni la más serena. Es como si, al reencontrarnos, se activara algo profundo… algo no resuelto.

No habíamos estado juntas durante muchos años. Y el reencuentro no llegó en cualquier momento: ocurrió justo en medio del nacimiento de mi hija.

Ese instante que debería estar lleno de luz, calma y nuevas memorias, también trajo a flote heridas viejas, silencios largos y emociones atrapadas.

Ser madre y, al mismo tiempo, volver a ser hija —en presencia de mi madre— ha sido un reto que no imaginé.

Me enfrenté no solo al cansancio físico y la revolución emocional del postparto, sino también a la confrontación con partes de mi historia familiar que creía cerradas.

A veces una cree que ya sanó…

Cree que el tiempo y la distancia bastan. Pero no.

El verdadero trabajo comienza cuando la vida nos pone de nuevo frente a aquello que evitamos mirar.


Mi herida maternal fue removida

Mi mamá removió mi herida maternal.

No lo hizo con intención, pero lo hizo. Y aunque dolió, hoy sé que era necesario para poder sanarla.

Duele recordar que hubo muchas veces en que no me cuidó, que me dejó a cargo de otros, que no estuvo.

Duele aceptar que su ausencia era tan normal que ni siquiera la cuestionábamos.

Mi abuelita era quien siempre estaba: la que me hablaba con amor, la que no me gritaba, la que me arropaba.

Y claro… ella estaba en casa.

Mi mamá, en cambio, siempre trabajando, siempre ocupada, siempre lejos.

Y aunque ahora entiendo muchas cosas, la niña que fui sigue sintiendo ese vacío.

Criando desde el amor, aprendiendo en el camino

Con mi hija estoy intentando hacerlo diferente.

No lo sé todo, ni pretendo tener todas las respuestas, pero sí tengo claro que quiero criar desde el amor, sin gritos, sin maltratos, y con una presencia que abrace, que escuche, que sostenga.

Cada día es un nuevo comienzo, una oportunidad para transformar mi historia.

No desde la perfección, sino desde la conciencia y el deseo profundo de hacerlo mejor.

Sé que las primeras memorias de mi hija quedarán para siempre, y eso me inspira a sanar lo que no quiero heredar.

Este camino también me está sanando a mí.

Hoy reconozco que no tengo deudas pendientes con esa madre que quizás no sabía cómo hacerlo.

Su única forma fue la que aprendió sobreviviendo: quizás ella también navega en su herida de rechazo, insuficiencia y desamor.

Porque su padre nunca la abrazó.

Porque sus hermanos la rechazaron.

Porque ha visto el menosprecio en muchos espacios.

Y quizás, por todo eso, su corazón se endureció como una piedra.

Pero yo he decidido romper ese patrón.

Hoy yo seré esa ayuda: para que juntas —desde la conciencia, desde el amor— perdonemos, sanemos y soltemos.

4 herramientas para empezar a sanar la relación con mamá

  1. Reconoce tu historia sin juicioTu historia merece ser mirada con verdad. No minimices lo que sentiste. No necesitas justificarlo todo. Lo que dolió, dolió. Validar tu experiencia es un acto de amor propio.
  2. Pon límites con amor y elige tus pausasNo estás obligada a cargar con todo. Puedes amar a mamá y aun así tomar distancia cuando lo necesites. Eso también es cuidado, eso también es amor.
  3. Escribe lo que no puedes decir (aún)Escribe cartas que no enviarás. Llora, libera, suelta. A veces no se trata de confrontar, sino de dejar salir lo que llevamos guardado. Porque sanar es también soltar lo que nunca tuvo respuesta.
  4. No pretendas cambiar a mamáReconócela tal como es. Acéptala desde su historia. Háblale con amor y sin exigencias. A veces el cambio no llega desde la corrección, sino desde la compasión.Cuando la miras sin querer transformarla, el vínculo se suaviza… y ahí, el corazón comienza a abrirse.

Un abrazo para ti, mamá que sanas

Si estás pasando por algo parecido, te abrazo.

A veces lo más duro de la maternidad no es cuidar a un bebé, sino cuidar a la niña herida que aún vive dentro de ti.

Y no desde la culpa… sino desde la compasión, desde el deseo profundo de hacerlo distinto.

Con amor.

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